Desde el inicio de su pontificado, el Papa Francisco, cuyo nombre real es Jorge Mario Bergoglio, se destacó notablemente por su inclinación hacia una iglesia más inclusiva y enfocada en los pobres. Su visión de una Iglesia más abierta, que fomente la participación plena de la comunidad, incluidas las mujeres y los hombres, en posiciones de gran responsabilidad dentro de la institución, no fue bienvenida por todos. Se vio obligado a entablar conversaciones y negociaciones con grupos conservadores que se mostraron renuentes a abrir la puerta a sus ideales progresistas. Al ser el primer Papa originario de América del Sur, específicamente de Argentina, su misma elección marcó un hito en la historia de la Iglesia. Antes de Francisco, y desde la muerte de Gregorio III en el año 741, no se había elegido a un obispo de Roma que no fuera europeo. También estableció un precedente al ser el primer jesuita en ocupar esta posición, dado que históricamente los jesuitas habían sido vistos con cautela por la jerarquía de Roma.
Bergoglio asumió el liderazgo en el Vaticano con un claro deseo de transformación, manifestando en varias ocasiones: «Me gustaría una iglesia pobre y para los pobres». Durante sus discursos, enfatizó la importancia de la inclusión social y disparó críticas hacia aquellos gobiernos que ignoraban a las comunidades más desfavorecidas. Su compromiso con el diálogo ha sido fundamental en su papado, buscando crear puentes entre diferentes sectores de la sociedad. Especialmente emblemática fue su atención hacia los migrantes, quienes, en ocasiones, arriesgaron sus vidas en travesías peligrosas hacia Europa. Francisco hizo comparaciones entre los centros de detención de inmigrantes en el continente europeo y los siniestros campos de concentración, reflejando su preocupación por los derechos humanos y la dignidad de cada individuo.
Además, como latinoamericano y hablante de español, su papel se volvió indispensable cuando el gobierno de los Estados Unidos, bajo la administración de Barack Obama (2009-2017), avanzó hacia una estrategia diplomática sin precedentes con Cuba. Sin embargo, a pesar de sus posturas progresistas en algunas áreas, el Papa Francisco fue objeto de críticas debido a su ambivalencia en otros temas. Especialmente en cuestiones delicadas como la eutanasia, la pena de muerte y el aborto, su postura se mantuvo en un punto más tradicional. A pesar de haber señalado que la Iglesia debe abrazar a las personas sin considerar su orientación sexual, se mostró firme en su rechazo a considerar la adopción por parte de parejas del mismo sexo como algo positivo, argumentando que esto constituía una forma de discriminación para los niños. También se negó a llamar «matrimonio» a las uniones entre personas del mismo sexo, al considerar que eso representaba un intento de desvirtuar el plan divino.
Aunque realizó esfuerzos significativos para abordar el abuso sexual dentro de la Iglesia, muchos esperaban que mostrara un liderazgo más decisivo y fuerte en este frente. No obstante, Francisco será recordado por su incansable dedicación a difundir el mensaje de Dios, viajando a más de 60 países en todos los rincones del planeta. Como figura conocida por su humildad, encarnó los principios que predicaba, mostrando calidez y simplicidad, a pesar de ocupar lo que podría considerarse la posición más poderosa del mundo.