Estos son los detalles relacionados con su familia.
- mayo 10, 2025
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Esta es la conmovedora historia de un vendedor de jugos que recorre las calles de Buenaventura. Su vida ha cambiado dramáticamente tras la tragedia que afectó a su
Esta es la conmovedora historia de un vendedor de jugos que recorre las calles de Buenaventura. Su vida ha cambiado dramáticamente tras la tragedia que afectó a su
Esta es la conmovedora historia de un vendedor de jugos que recorre las calles de Buenaventura. Su vida ha cambiado dramáticamente tras la tragedia que afectó a su familia. Este hombre se esfuerza por cuidar y mantener a sus dos hijos. La tragedia comenzó después de que su pareja y padre de sus hijos, Minor, fuera asesinado en la ciudad de Valle del Cauca, específicamente en Bolivia. El cuerpo de Minor fue hallado con evidencias de tortura, dejando una profunda huella en la familia.
Mientras tanto, Leydi Bonilla, una mujer de Buenos Aires, intenta sobrevivir en el modesto distrito de Cascaal, en Buenaventura. Este área es conocida por sus altos niveles de pobreza, y Leydi vive con sus hijos adolescentes, enfrentando los desafíos diarios de la vida en esta difícil situación.
Área de Cochabamba, en Bolivia. Foto:Google Maps
Los colombianos encontrados muertos en Buenaventura fueron identificados como Wílmar Ayoví, un hombre de 47 años oriundo de Puerto del Valle. A lo largo de su vida, Ayoví trabajó en diversas ciudades, incluyendo Chile, donde permaneció durante cinco años hasta diciembre de 2024. Luego de su regreso a la costa pacífica del Valle del Cauca, estaba decidido a estar más cerca de su familia.
Wílmar era padre de tres hijos. Su hijo mayor tiene 21 años, fruto de una relación anterior, y sus otros dos hijos, de 13 y 16 años, son de su relación con Leydi. En un giro inesperado, a mediados de 2025, Ayoví se trasladó a Bolivia. Durante su estadía en Chile, había hecho conexiones con personas de ese país, quienes le prometieron oportunidades de trabajo.
Según Leydi, Wílmar fue a Cochabamba, una de las ciudades más importantes de Bolivia, buscando empleo en cultivos. Sus esperanzas eran claras: «Los horizontes eran por su familia», dijo Leydi con un tono de optimismo. Sin embargo, la comunicación se volvió limitada y Wílmar dejó de responder los mensajes en su teléfono móvil. Este cambio pronto se transformó en preocupación.
«Lo último que me envió fue un mensaje de voz el 21 de marzo. Solo decía: ‘¿Quién está ahí?'», recordó Leydi. A partir de ese momento, las alarmas comenzaron a sonar en su mente. Era extraño que Wílmar no se comunicara, ya que siempre se mantenía al tanto de sus hijos y sus cumpleaños.
El centro panorámico de Buenaventura con la zona portuaria. Foto:Twitter: @laurisarabia
Según las autoridades, el cuerpo de Wílmar presentaba signos de haber sido colgado, atado y torturado. Leydi se quedó paralizada al recibir esta noticia devastadora y comenzó a buscar respuestas entre los conocidos de su pareja en Bolivia.
A medida que el tiempo avanzaba y el dolor se volvía más intenso, Leydi se dio cuenta de la necesidad de repatriar el cuerpo de Wílmar. En su desesperación, buscó apoyo entre las autoridades. Con el objetivo de hacer más visibilidad sobre su situación, habló con miembros del gobierno nacional y del Ministerio de Asuntos Exteriores sobre el asesinato de su pareja.
Sin embargo, la repatriación no sería sencilla. Las autoridades colombianas la informaron que debía esperar el avance de la investigación sobre el asesinato para proceder. Leydi se enfrentaba a una dura realidad, ya que el costo de la repatriación es elevado, alrededor de 20 millones de pesos. «No tengo este dinero. Solo soy una vendedora de jugos y mi prioridad son mis hijos», afirmó, con palpable angustia en su voz.
Leydi ha comenzado una campaña para recaudar fondos y solicita la ayuda de la comunidad. «No sé cómo manejar esta situación, estoy buscando maneras de sobrevivir e intentar encontrar empleo, pero la informalidad es complicada». Aquellos que deseen ayudarla pueden contactarla a través del número 314 8802761.
En otro hogar de Buenaventura, también se siente la falta de José Rósberg Mosquera, quien no ha tenido noticias desde hace dos meses. Mosquera, oriundo de este puerto, se trasladó a Nueva York el año pasado y, aunque al principio se mantenía en contacto, la familia dejó de escuchar de él durante meses. Una de sus hermanas comentó a que temen por su vida, e incluso, sospechan que podría estar en prisión.
Aún no está claro cuál es la situación de Mosquera o si ha sido detenido en algún centro penitenciario en Nueva York. contactó al Ministerio de Asuntos Exteriores para obtener información, y el consulado indicó que no existe registro de colombianos detenidos bajo ese nombre. «Nadie ha acudido al consulado para realizar ningún procedimiento», mencionaron.
La historia de Leydi y de la familia de José Rósberg es un recordatorio del dolor y la incertidumbre que viven muchas familias que atraviesan situaciones similares en los tiempos actuales.
Carolina Boorquez
Corresponsal de
Todo
El hombre subió al escenario en el aeropuerto de Del Valle. Foto: