La última escala del peregrino de la paz y el cierre simbólico de un viaje histórico
abril 21, 2025
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El 10 de septiembre de 2017, Cartagena se convirtió en el escenario de un evento histórico que marcaría a la ciudad y a sus habitantes para siempre. El
El 10 de septiembre de 2017, Cartagena se convirtió en el escenario de un evento histórico que marcaría a la ciudad y a sus habitantes para siempre. El Papa Francisco, en su gira por Colombia, hizo su última parada en esta icónica ciudad. Después de haber recorrido Bogotá, Villavicencio y Medellín, la llegada del Papa a Cartagena estaba impregnada de un simbolismo especial. Esta ciudad, que fue un puerto de esperanza, dolor y libertad, era el escenario perfecto para que el Santo Padre cerrara su mensaje sobre la reconciliación, hablando sobre los más vulnerables y los que llevan consigo cadenas invisibles.
La noche anterior, miles de devotos se congregaron en el distrito de San Francisco, uno de los más humildes de Cartagena, donde el Papa comenzaría su jornada. Portaban una variedad de elementos simbólicos, como pinturas, bufandas blancas, banderas del Vaticano, rosarios y hasta bordados que decían: «demos el primer paso». Las calles estaban adornadas, las viviendas decoradas, y la atmósfera era de oración comunitaria, música y fervor.
Un gesto que resonó en el corazón de todos
El primer acto del día fue profundamente simbólico: Francisco bendijo la primera piedra de lo que se convertiría en el hogar de Sinchocho, un proyecto de la iglesia local. Allí, rodeado del calor del viento y de rostros esperanzados, pronunció unas palabras que resonaron en el corazón de los cartageneros:
No puedes dar el primer paso sin tocar las heridas de los pobres. Dios va donde hay dolor.
Uno de los momentos más recordados de esta visita ocurrió poco después. Durante su interacción con la multitud en Papamille, mientras la gente vitoreaba y ondeaba banderas, un movimiento desafortunado provocó un pequeño golpe en su rostro contra un pasamanos de vidrio. Aunque el incidente dejó un hematoma y una pequeña herida, el Papa, fiel a su espíritu optimista, minimizó el accidente, continuando su día como si nada hubiese pasado. Su humor hizo que todos se rieran cuando, en el vuelo de regreso a Roma, comentó: «Me golpearon», bromeando sobre el incidente.
San Pedro Claver, un faro espiritual
El presidente Juan Manuel Santos recibió al Papa en Casa de Nariño. Foto:Presidencia de la República
En el centro histórico, el Papa visitó la Iglesia de San Pedro Claver. Allí, rezó ante las reliquias de los jesuitas que dedicaron su vida a ayudar a los esclavos traídos de África.
En su breve discurso, Francisco hizo un llamado a no olvidar las injusticias del pasado y a seguir luchando por los derechos humanos. «Este lugar fue testigo de una de las facetas más sombrías de la humanidad, y ahora debemos ser defensores de la dignidad», pronunció con firmeza.
Recordando a San Pedro Claver, el Papa enfatizó: «Él no era indiferente al sufrimiento. Hoy, aquí estamos llamados a ser constructores de justicia y defensores de la dignidad humana.«
Cartagena, con una mezcla entre modernidad y marginación, se convirtió en un vibrante escenario de contrastes en un día que el Papa quiso resaltar. A unos pasos de lujosos hoteles, Francisco decidió estar con las víctimas de la exclusión.
Misa bajo la calidez del sol y la esperanza
Papa Francisco. Foto:Efusión
El acto culminante de ese día se llevó a cabo en la zona del puerto de Contecar. Bajo un sol abrasador con temperaturas que superaban los 35 grados, más de 700,000 personas se reunieron para participar en un evento litúrgico. Muchos de los asistentes provenían de localidades cercanas e incluso de otras regiones del país, soportando largas horas de espera para ser parte de este momento único.
En su homilía, el Papa reiteró su mensaje sobre la reconciliación, recordando el proceso de paz que vive Colombia. «Jesús nos enseña que la verdadera grandeza radica en servir a los demás, especialmente a los más vulnerables«, dijo. La misa concluyó con un conmovedor momento de silencio dedicado a las víctimas de la violencia, seguido de aplausos que resonaron como un símbolo de unidad y esperanza.
Francisco también afirmó la importancia de la dignidad humana y la búsqueda de reconciliación.
El Evangelio nos invita a abandonar el egoísmo y dejar atrás el odio, tendiendo la mano al prójimo. Jesús nos muestra que la grandeza reside en servir y no en dominar. El perdón no borra la memoria, sino que transforma el corazón; proclamó ante la multitud.
Cartagena, un día inolvidable
Durante ese día, Cartagena se convirtió en un símbolo de movilización sin precedentes. Más de 8,000 agentes de policía y personal logístico se unieron a la operación de seguridad, mientras las autoridades locales declararon un Día Cívico, cerrando las escuelas y varias oficinas públicas.
Aparte de las medidas oficiales, el verdadero protagonismo fue el de los ciudadanos, quienes ofrecieron agua y sombra a los peregrinos, decoraron sus casas con banderas y flores, e incluso abrían sus hogares para que otros pudieran unirse a la experiencia del Papa.
La ciudad, acostumbrada a recibir cruceros y turistas internacionales, se transformó en un santuario popular durante un solo día. La presencia del Papa despertó una espiritualidad colectiva que llenó parroquias, parques y calles.
Una despedida emotiva
San José Home Feade en Medellín, 9 de septiembre de 2017 Foto:Jaiver Nieto. Tiempo
Con una expresión de optimismo a pesar de su rostro lastimado, Francisco se despidió de Colombia al abordar el avión en el aeropuerto Rafael Núñez. Desde la escalera, hizo una señal de la cruz, dirigiendo un último saludo a la tierra que lo acogió. Su paso por Cartagena dejó una huella indeleble, más allá de las anécdotas y golpes. Se marchó habiendo compartido un mensaje de esperanza y un llamado a la acción: «Demos el primer paso hacia el segundo. La paz empieza».
Así, Cartagena se convirtió no solo en el cierre de una gira, sino en el inicio de un renovado compromiso social. La visita del Papa fue un hito no solo religioso, sino un día de encuentro, reflexión y un clamor para actuar en favor de los más necesitados.
Hoy, tras su fallecimiento, recordamos esa imagen del Papa herido pero resiliente, entre los menos favorecidos, bajo el ardiente sol del Caribe, como uno de los momentos más conmovedores de su pontificado. Cartagena, una ciudad rica en historia y resistencia, lo despidió con lágrimas, esperanza y una fe que perdura.